domingo, 3 de febrero de 2013

Calor

El silencio rodea nuestro cuerpos. El sol besa nuestra piel como sí de labios ardientes de tratara. Sus ojos, los míos, enlazados en un duelo a ver quién es más débil. Su labio tiembla, nervioso. Mi corazón palpita con fuerza, indomable.
Temor, miedo, cobardía, incertidumbre.
Manos temblorosas.
Una sombra cubrió ligeramente su rostro, permitiendome verle bien por vez primera.
Mi estómago da un vuelco y se detiene  mientras aquellos ojos moteados de verde me perforan y consiguen destruir la coraza hasta mi corazón.
El miedo desaparece y la seguridad que ejercía sobre mi, me hizo sonreír. No había duda, había desaparecido.
Ahora éramos el y yo, daba igual la multitud a nuestro alrededor, nadie podría penetrar la barrera irrompible que se formó bajo el sol cegador y ardiente. Nadie a excepción de nosotros mismos. Pero eso estaba demasiado lejos de nuestra felicidad individual por fin convertida en una sola. 

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